sábado, 9 de julio de 2011

EXPERIMENTOS DE PREPARACIÓN DEL MERCURIO DE LOS SABIOS. Filaleteo

EXPERIMENTOS DE PREPARACIÓN DEL MERCURIO DE LOS SABIOS
Sacados del manuscrito de un filósofo americano
llamado Ireneo Filaleteo, inglés de nacimiento,
habitante del Universo.
I.- Secreto del arsénico filosófico
Tomé una parte del dragón ígneo, y dos partes del cuerpo magnético, las preparé
conjuntamente mediante un fuego abrasador, en la quinta preparación fueron hechas
ocho onzas de verdadero arsénico filosófico.
II.- Secretos para preparar el mercurio con su arsénico, y eliminar las heces impuras.
Mi método consistía en tomar una parte de arsénico filosófico muy bueno, que yo casé
con dos partes de la virgen Diana, y las uní en un solo cuerpo, el cual trituré y reduje a
partículas menudas; con ello preparé mi mercurio, trabajando todo el conjunto al calor
requerido, hasta que estuvieron muy bien obrados; luego, purgué la composición
mediante la sal de orina para hacer que se desprendieran las heces, que recogí por
separado.
III.- Depuración del mercurio de los Sabios.
Destilad tres o cuatro veces el mercurio preparado, y que tenga aún alguna impureza
externa, en un alambique apropiado, con una cucúrbita calibrada, luego lavadlo con la
sal de orina hasta que se clarifique, y no deje ninguna cola al correr.
IV.- Otra purgación muy buena.
Tomad diez onzas de sal decrepitada, y otro tanto de escorias de Marte, o de hierro, con
una onza y media del mercurio preparado; triturad en un mortero de mármol la sal y las
escorias, reducidlas a partículas menudas; añadid entonces el mercurio; moledlo todo
con vinagre, hasta que esté tan bien mezclado que no se distingan sus partes; ponedlo en
un recipiente filosófico de vidrio y destiladlo en un alambique también de vidrio en nido
de arena, hasta que todo el mercurio ascienda, puro, claro y resplandeciente; realizad
por tres veces esta operación y tendréis el mercurio muy bien preparado para el
magisterio.
V.- Secreto de la justa preparación del mercurio de los Sabios.
Cada preparación del mercurio con su arsénico es un águila; cuando las plumas del
águila han sido purgadas de la negrura del cuerpo, haced de manera que el águila vuele
hasta siete veces; entonces el águila está bien preparada y dispuesta para elevarse hasta
la décima.
VI.- Secreto del mercurio de los Sabios.
Tomé el mercurio necesario y lo mezclé con su verdadero arsénico. La cantidad de
mercurio fue de cuatro onzas aproximadamente, e hice que la mezcla tuviera una
consistencia ligera; la purgué de la manera conveniente, luego la destilé, y me dio el
cuerpo de la Luna; lo cual me hizo reconocer que había hecho mi preparación según el
Arte, y muy bien.
A continuación, añadí su peso arsenical y aumenté el peso del antiguo mercurio, en la
cantidad adecuada para que el mercurio prevaleciese hasta una ligera fluidez, y lo
purgué así hasta que la negrura y las tinieblas se disiparon, hasta que la Obra adquirió la
blancura de la Luna.
Entonces tomé media onza de arsénico, cuya ligazón necesaria realicé. Añadí esto al
mercurio, uniéndolo, formándose una materia dispuesta en forma de barro de alfarero,
aunque un poco más ligero.
Lo purgué nuevamente según la costumbre requerida. Esta purgación exigía mucho
trabajo; lo cual hice con un tiempo largo para la sal de orina, que encontré muy buena
para esta obra.
VII.- Otra purgación muy buena.
La mejor vía que encontré para purgar la composición fue mediante el vinagre y la sal
pura marina; así fue como en doce horas, pude preparar un águila, o sublimación.
1. Hice volar un águila. Diana quedó como residuo con un poco de cobre.
2. Comencé la segunda águila, separando lo superfluo y después la hice
volar, y de nuevo quedaron como residuo las palomas de Diana, con una
tintura de cobre.
3. Esposé la tercera águila y la purgué, separando lo superfluo hasta el
candor, luego la hice volar y dejó detrás una gran parte del cobre con las
palomas de Diana; entonces la hice volar dos veces separadamente para
la extracción completa de todo el cuerpo.
4. Después esposé la cuarta águila, añadiendo gradualmente su humor,
cada vez más y, a través de eso, la consistencia fue lograda en muy buen
régimen; la hidropesía que había reinado en cada una de las tres
primeras águilas cesó enteramente.
Ésta fue la buena vía que encontré para preparar el mercurio de los Sabios.
Luego, pongo en un crisol, introduciéndolo en el horno, la masa
amalgamada y casada según el Arte; procuro, no obstante, que no haya
sublimación alguna durante una media hora; entonces, la retiro del crisol y
la trituro hábilmente; después la vuelvo a meter en el crisol y en el horno y,
tras un cuarto de hora aproximadamente, la retiro de nuevo y la trituro,
empleando entonces un mortero calentado.
En esta obra, la amalgama comienza a lanzar mucho polvo brillante; la meto
nuevamente en el crisol y sobre el fuego, como la primera vez, y durante un
tiempo conveniente, de modo que no se sublime en absoluto, aunque cuanto
más fuerte sea el fuego, mejor.
Continúo ese trabajo calentando y triturando así la masa, hasta que, casi por
completo, aparezca en forma de polvo; luego lavo, y lo que haya de heces se
separa fácilmente y recojo la amalgama para su uso; entonces lavo con sal,
vuelvo a poner al fuego, y muelo, repitiendo esto hasta la desaparición
completa de las heces.
VIII.- Triple prueba de la bondad del mercurio preparado.
Coged vuestro mercurio preparado con su arsénico, mediante el trabajo de
siete, nueve o diez águilas; ponlo en un matraz, zulacadlo bien con el luten
de Sapiencia y colocadlo en el horno en nido de arena, que permanezca allí
en un calor de sublimación, de manera que suba y baje en el vidrio, hasta
que se coagule en forma algo más espesa que la mantequilla; continuad así
hasta una perfecta coagulación, hasta la blancura de la Luna.
IX.- Otra prueba.
Si con la sal de orina (al agitar el recipiente de vidrio que lo contiene) se
convierte espontáneamente en un polvo blanco impalpable, de modo que el
mercurio no aparece y que de nuevo, espontáneamente, adquiera
consistencia de seco y cálido, como un mercurio ligero, esto basta; es mejor,
no obstante, si pasa de este modo por el agua de la fuente en forma de partes
imperceptibles; pues si el cuerpo está en granos, no se convertirá y separará
de este modo en partes diminutas.
X.- Otro examen.
Destilad en un alambique de vidrio, mediante una cucúrbita también de
vidrio; si pasa sin dejar nada detrás de sí, entonces el agua mineral es buena.
XI.- Extracción del azufre fuera del mercurio vivo, por medio de la
separación.
Tomad vuestro compuesto corporal y espiritual mezclado, cuyo cuerpo ha
sido coagulado por la digestión a partir del volátil, y separad el mercurio de
su azufre por medio de un destilador de vidrio; entonces, tendréis la Luna
blanca fija que resiste el agua fuerte, y más pesada que la plata vulgar.
XII.- Sol mágico a partir de esta Luna.
A partir de este azufre blanco, obtendréis por medio de Vulcano el azufre
amarillo. Se trata de una operación manual, y ese sol es el plomo rojo de los
filósofos.
XIII.- Oro potable a partir de este azufre.
Convertiréis ese azufre amarillo en aceite rojo como sangre, haciéndolo
circular según el Arte con el menstruo volátil del mercurio filosófico; así es
como tendréis una panacea admirable.
XIV.- Conjunción grosera del menstruo con su azufre, para formar la
producción del fuego de naturaleza.
Tomad mercurio preparado, purgado y bien obtenido por medio del trabajo
de siete, ocho, nueve o diez águilas todo lo más; mezcladlo con el azufre
rojo del latón preparado, esto es, dos (o, como mucho, tres) partes de agua
por una parte de azufre puro, purgado y triturado.
XV.- Elaboración de la mezcla mediante un trabajo manual.
Triturad y moled minuciosamente esa mezcla sobre un mármol; a
continuación, lavadla con el vinagre y la sal Armoniac, hasta que haya
soltado todas sus heces negras; entonces, lavaréis todo su sabor picante
salino y su acrimonia en el agua de la fuente, y luego lo haréis secar sobre
un cartón limpio, extendiéndolo y agitándolo con la punta de un cuchillo,
hasta lograr una sequedad perfecta.
XVI.- Imposición del feto en el huevo filosófico.
Ahora, colocaréis vuestra mezcla, bien seca, en un huevo filosófico de
vidrio, el cual será muy blanco y transparente, del tamaño de un huevo de
gallina. Que vuestra materia no exceda de dos onzas en ese huevo, que
sellaréis herméticamente.
XVII.- Régimen del fuego.
Disponed un horno construido de manera que podáis mantener en él un
fuego inmortal, es decir, un calor continuo sin interrupción, desde el
comienzo de la Obra hasta su fin; procuraréis mantener un calor de primer
grado en el lugar del nido. En dicho horno, el rocío de nuestro compuesto
debe elevarse y circular por sí mismo, o sea, por su propia virtud,
continuamente noche y día sin ninguna interrupción, y operar de modo
natural todas las maravillas de la Obra. En este fuego, el cuerpo morirá y el
espíritu será renovado; finalmente, de ello nacerá un alma nueva que será
glorificada y unida a un cuerpo inmortal e incorruptible; así se hará un
nuevo Cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario