sábado, 9 de julio de 2011

TERCER LIBRO DEL TESTAMENTO - DE BASILIO VALENTIN

TERCER LIBRO
O PARTE DEL TESTAMENTO DE FRAI BASILIO VALENTIN DE LA
ORDEN DE SAN BENITO, SOBRE LO UNIVERSAL DE TODO ESTE
MUNDO, ASI COMO TAMBIEN LA CLAVE DE TODOS SUS ESCRITOS
PRECEDENTES, LOS CUALES LEGÓ A TODOS SUS SUCESORES Y A
OTROS HERMANOS DE LA CIENCIA.
He aquí la tercera parte de esta mi voluntad en la que se hace una verdadera demostración del origen y de
la materia de nuestra antigua Piedra, con una entera y perfecta instrucción o adoctrinamiento de la práctica
por la cual hay que alcanzar la inagotable fuente de la salud: esclarecimiento que pone a descubierto mis
escritos precedentes y que lego, netamente escrito y claramente descubierto a todos mis sucesores y
hermanos de la Filosofía.
Has de saber, amigo y amante de la ciencia, que no ha sido inútilmente ni en vano que he empezado esta
obra que he emprendido, acerca de los "trucos", por las dos primeras partes precedentes, la primera de
las cuales se refiere a las minas y a lo que a los minerales y metales concierne, junto con sus propias minas.
Ya que he juzgado del todo necesario presentar es decir, mostrar en ellas, a los ignorantes una pura luz y
claridad, para llevarles a que reconozcan que todas las criaturas de los mencionados minerales y metales,
que por un sólo y único espíritu son representados y reflejados aquí abajo, toman de lo alto su origen y se
forman en la tierra en la que se producen y vienen al mundo por generación.
Pues la tierra se halla en todo momento dispuesta y deseosa de recibir en sí misma y abrazar y retener en
sí a este espíritu, proveniente de las virtudes del cielo, hasta que produce retiene una y
verdadera forma y perfección. Pero de la manera cómo esto se produce, ya he ampliamente discurrido en
mis escritos precedentes. Es por esta razón que no lo repetiré más que en pocas palabras de esta manera.
Has de saber que todas las cosas toman su origen del efecto de una cierta impresión e influencia celeste,
por el efecto y operación elemental y por el efecto y operación de una sustancia terrestre. En
consecuencia de lo cual se producen los elementos, sacando su composición de una mezcla tal como lo
son el agua, el aire y la tierra.
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Estos tres elementos, gracias a la ayuda y socorro del elemento fuego que en la tierra se halla escondido,
es decir gracias a una cocción caliente, producen un alma, un espíritu y un cuerpo. Y estos tres últimos son
los tres primeros principios que, por su copulación se forman o se resuelven en un mercurio, en un azufre y
en una sal. Y cuando estos tres últimos principios son conjuntados, dan lugar, según la especie de su
simiente, sea cual sea el reino mineral, vegetal o animal, a un cuerpo perfecto. Pues todas las cosas del
mundo que se pueden encontrar o simplemente ver o tocar se hallan obligatoriamente en alguno de estos
tres reinos. Lo que ya he explicado muy ampliamente por escrito.
E1 reino animal comprende, todo lo que posee respiración de vida y es producto de la carne y la sangre,
como lo son los hombres, las bestias, los reptiles, los peces, los pájaros y todo lo que se asemeja.
El reino vegetal comprende generalmente todas las plantas de la tierra, árboles, hierbas, semillas, frutos,
raíces y semejantes cosas o especies cuya propiedad es la de crecer y vegetar.
El reino mineral comprende y encierra en sí toda clase de minas o cuerpos de minas, metales,
minerales, marcasitas, cales, bismutos y piedras, sean éstas preciosas o comunes.
Y en estos tres reinos está comprendido todo lo que hay en el mundo.
Ante todo, los animales tienen sus simientes particulares de una sustancia y cualidad espermática, que,
después de su reunión y acoplamiento, dan a luz o engendran carne y sangre. Y esta es la primera materia
y simiente original, la cual ha sido creada por Dios a partir de los elementos e influencias celestes; ésta,
digo, brindada por Dios, opera por la naturaleza. Lo que extraigo de mis escritos precedentes.
Los vegetales, al igual que los animales, han obtenido de Dios, pero de una manera particular, sus semillas
según sus propiedades, cualidades y formas. Y esto gracias a una influencia celeste y sidérea y de un
crecimiento y propagación elemental. Semilla que vegeta y se sitúa y se insinúa en la tierra que la recibe y
la alberga fructuosamente en sus entrañas allí donde Dios ha dispuesto que vegete y produzca el vegetal.
Los minerales y metales, al igual que los anteriores, obtienen su principio y semilla de Dios
Todopoderoso, Creador del cielo y de la Tierra; y esto, gracias a la propiedad que Dios les ha dado de
extraer su semilla y virtud del cielo estrellado por la influencia e impresión sideral, semilla metálica que
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proviene de una sustancia líquida aérea por medio del espíritu mineral atrayente y que proviene asimismo
de un alma sulfurosa y finalmente de una sal terrestre que se hallan juntos y algo así como inferidos
conjuntamente en cada cuerpo mineral, como sin duda lo has podido observar en parecida enseñanza que
te he brindado en mis escritos precedentes.
Pero, además, has de anotar que si tanto la una como la otra de estas generaciones metálicas y minerales
han de proseguir su propagación y crecimiento por el arte, tienen que ser devueltas al estado de su primera
semilla y materia original.
Y esto es talmente así, que, cuando quieres cambiar los metales, aumentarlos y llevarlos al estado en que
son capaces de producir y hacer cualquier tintura o la piedra filosofal, primero has de instruirte acerca de
cómo, por medio de la ciencia espagírica y el conocimiento de ciertos "trucos", destruir la forma metálica y
mineral; quiero decir, partirla, romperla, separarla y desunirla en un mercurio, un azufre y una sal; y, muy
particularmente, es necesario que cada uno de estos principios sea separado en toda su pureza y
seguidamente, como ya se ha indicado, devueltos o convertidos a su primera materia y principio.
Pero esta separación no adviene más que únicamente a través del espíritu mercurial, el alma sulfurosa y la
sal blanca, sustancias que han de ser nuevamente reunidas en el verdadero orden que requieren estos
"trucos" naturales, con el fin de llevarlos a la mayor soberana y perfecta pureza que sea posible en tal
conjunción. Pero previamente hay que poner mucha atención y cuidar los pesos.
Pero, cuando esta conjunción ha tenido lugar, toda la sustancia no es más que una esencia o ser líquido y
una verdadera agua filosófica, en la cual todos los elementos - primero todos celestes, seguidamente todos
elementales y terrestres - se hallan encerrados; es decir, que tanto las cualidades del uno como del otro de
estos dos últimos se hallen encerradas y escondidas. Y como, por un lado tenemos un mercurio frío y
húmedo y por el otro, un alma o azufre caliente y seco, nos hallamos en presencia de un licor o esencia
que es la verdadera primera materia y semilla de los metales y minerales. Esta última, por medio de la
ciencia de Vulcano, puede y debe de ser llevada y empujada a una perfección mayor; es decir, convertida
o reducida a medicina fija; y bajo este punto de vista debe de superar a cualquier otra cosa en firmeza y
solidez.
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Es por esta razón que has de anotar y observar que todos los metales y minerales no tienen más que una
sola y única raíz, por medio de la cual, todos han sido dados a luz y de la cual realizan su generación
ordinaria. Por lo tanto, aquél que conoce tal raíz no tiene necesidad de destruir los metales, ni de
estropearlos en tal manera que, de uno extrae el espíritu, de otro el azufre y del otro, finalmente, la sal; ya
que existe una ciudad o fortaleza en la cual se hallan los tres mucho más juntos: el espíritu, el alma y el
cuerpo. Y es en esta sola y única cosa que los encontramos - la cual sin embargo es bien conocida de
todos -; por medio de la misma, podemos obtener y adquirir las tres esencias minerales cuya extracción da
lugar, con gran renombre, a su feliz posesión. Se trata de una materia que seguidamente he de nombrar y
sobre la cual haré algunas observaciones.
Aquél, pues, que aprende a conocer dicha semilla áurea, o este imán arriba señalado, y que habiéndolo
sondeado diligentemente descubre sus propiedades, posee la verdadera raíz de la vida y puede alcanzar el
objetivo al que su corazón tanto aspira. Verdad es que, en mis precedentes escritos de las Doce Llaves,
he dado a conocer mi intención, de cabo a rabo, a mis sucesores y descendientes, cuando en la práctica
de mi quinta llave, demostré parabólicamente e hice ver cómo se puede hacer la gran piedra filosofal
extrayendo el azufre y la sal del mejor y más puro oro, y esto gracias a la ayuda del mercurio, el cual ha de
ser particularmente y sobre todo extraído de una mina cruda y no fundida.
Pero la razón por la cual me he visto impulsado a admitir sobre el oro metálico el trabajo de la Piedra ha
sido para que los simples - para quienes el otro o segundo cuerpo o sujeto en el que se hallan los tres
principios les resulta totalmente desconocido a pesar de que es muy común y asimismo demasiado
elevado para sus mentes - en ello puedan adquirir y absorber más inteligencia y poseer mayor
conocimiento y luz, pues varios antiguos filósofos que han vivido antes que yo adquirieron por esta vía la
verdadera piedra universal de todo secreto y salud, y hasta yo igualmente, siguiendo la demostración de
los libros que había leído gracias a sus recomendaciones, después de grandes penas, de grandes gastos y
gran empleo de tiempo, pude preparar felizmente por primera vez en mi claustro la mencionada piedra
celeste, obtenida, como lo he expresado en mi primera llave, mediante la práctica y método de proceder
sobre el oro purificado. Finalmente mi soberano Dios me ha brindado una mayor gracia y bendición para
que la emplee en pensar como mejorar la confección de dicha piedra, para lo cual me ha ido iluminando
más y más en el pensar en qué cosa o sujeto abundan mayormente los espíritus coloreados y animados,
los cuales han sido puestos y encerrados allí por Dios Todopoderoso.
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Nadie debe de tener vergüenza de aprender y desenterrar lo que de más escondido se halla en la ciencia.
Pues la tierra se reserva todavía muchas cosas en sus entrañas secretas, ya que no puede ser descubierta
por los hombres en toda su profundidad, pues su entendimiento es muy estúpido y la causa misma de la
brevedad de sus vidas. Así pues, como recibí de Dios tantos grandes dones y presentes, por esta razón di
a conocer a mis compañeros en Cristo la misma cosa en mi tratado de las Doce Llaves.
Pero aquél que se vea dotado de una mayor inteligencia y juicio que la del vulgo, se aplicará con todo su
corazón y toda su mente a la búsqueda cuidadosa y exacta de esta profunda ciencia con el fin de alcanzar
directamente el objetivo. Éste, pues, hallará una segunda y mas fácil materia, la cual es conocida de todos,
casi nombrada y como señalada por el dedo; está dotada de una potencia y propiedad eficaz, tal como lo
han señalado los Antiguos antes que yo, personajes que tras una cuidadosa práctica y una profunda
especulación, aprendieron finalmente a conocer la única meta e intención a la cual todas las cosas han de
converger, lo cual he concebido muy claramente en mis pensamientos más de una vez. Este conocimiento
les ha permitido adquirir con mucho menos empleo de tiempo y fatiga, la posesión de la gran piedra y
consecuentemente de la salud y de las riquezas puesto que en dicha materia muy conocida y de poco
valor, la esencia mineral, el azufre y el color allí son mucho más eficaces y llenos de las mas excelentes
virtudes que en el mejor oro que hallarse pueda, por muy bien preparado y abierto. Igualmente, el espíritu
mercurial y la sal misteriosa allí son mucho mas libres y abiertos y hasta se hallan en igualdad de dominio
pudiendo ser extraídos sin ninguna dificultad y bajo forma visible.
Aquél, pues, que haya tenido mis doce llaves en justo aprecio y haya considerado lo que expresan, por
una frecuente y reiterada lectura, se habrá podido percatar de que la preparación íntegra de nuestra piedra
está allí descrita desde el principio al fin sin omisión alguna, aunque eso sí, en base a como debe de ser
elaborada a partir del oro preparado. Pero, en la materia que ha sido por Dios ordenada y creada,
dispone de un oro mucho mejor y que requiere para ser conocido un profundo y sabio personaje. Como
este último oro resulta enteramente desconocido y extraño a los novicios y a los escolares, no he querido
hasta ahora enseñar nada acerca de él por muy justas razones, habiéndome contentado con describir y
explicar solamente la materia en la que dichas personas desean encontrar su semilla.
Primero, en mis Doce Llaves, al igual que los filósofos, te he hecho mención y relatado por similitud, la
propiedad y el trabajo de nuestra piedra o bálsamo, tal como ha sido preparada según la tradición de los
antiguos maestros, tradición que me ha llegado y he poseído como una herencia particular; también te he
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enseñado la conducta del fuego, el comportamiento y el cambio de los principales colores de los planetas
y el final y perfeccionamiento de toda la obra con todo lo que de ello deriva.
Pero después de este discurso general, vuelve a mis doce llaves, ya que cada una comprende en sí su
trabajo particular.
La primera llave te enseña a buscar, si quieres, tu semilla en un ser o sustancia metálica como lo es el oro;
cómo hay que limpiarla hasta un soberano grado, despojarla primero de toda impureza y lepra, de tal
manera que hada de inmundo se mezcle con nuestra fuente, sino únicamente lo que constituye su
propiedad pura y espermática; y como esta purificación del oro se realiza por el antimonio, el cual está
ligado con una estrecha amistad a dicho metal perfecto. El azufre del antimonio, de hecho, puede limpiar el
alma del oro y llevarlo, en cuanto a su color, a un muy alto grado de esplendor excesivo. El oro,
recíprocamente, puede corregir y mejorar el alma del antimonio muy rápidamente y en muy pocas horas, y
fijarla constantemente, de tal manera que puede elevar el antimonio en dignidad, valor y virtud; y ambos
pueden ser reducidos conjuntamente a un metal blanco, pero también a una medicina tan excelente para el
hombre que la salud del mismo tiene razones para alegrase, como explicaré mas adelante cuando discurra
sobre el antimonio solo.
Además te digo que, a pesar de que el antimonio haya prometido al mismo tiempo a Saturno amistad y
compañía - pues la cualidades del antimonio simpatizan de alguna manera con las de Saturno, debido una
armonía existente entre ellos -, sin embargo, después de la fijación del azufre elevado y exaltado del
antimonio por medio del oro, su mas cercano amigo, Saturno, no puede atraer ni hacerse con ningún botín
de este último, pues el rey ha hecho suyo a este antimonio en la sala del oro y lo ha hecho copartícipe de
su triunfante reino; que lo hace capaz de sufrir el ardor y el frío de sobreponerse a ellos poderosamente.
Así permanece victorioso y triunfante junto al rey en gran gloria y excelencia.
La purificación del oro adviene pues dé tal manera que esté batido, bien desleído y fino, y después de
haber tomado tal forma, ha de ser vertido y pasado tres veces por el antimonio; seguidamente, que el rey
que, al caer a través del antimonio, se halla sentado en el fondo, sea refundido antes del soplado con un
fuego muy áspero, y después purificado con Saturno. Hallarás entonces el oro más alto, más bello y más
altamente brillante que jamás hayas podido desear, parecido al claro esplendor del sol y de un muy buen
aspecto. De esta manera, este oro se encuentra dispuesto a manifestar su interior, una vez que
primeramente ha sido llevado de su gran fijeza a una forma capaz de ser destruida, lo cual adviene cuando,
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después de su ruptura, el mar de sal lo ha ahogado, mar del que debe seguidamente escapar y hacerse
visible.
La segunda llave. Pero observa, amigo mío, y considera como imprescindible y muy importante para tu
obra el que dispongas hábilmente tu baño de tal manera que nada a él sea agregado más que lo que le es
necesario, con el fin de que la noble semilla del oro no se estropee debido a alguna contrariedad o
heterogeneidad que fuese capaz de destruir dicha semilla, la cual, una vez destruida y demolida, resultaría
imposible devolverla a un buen estado.
Pon, pues, atención y anota con cuidado lo que mi llave precedente te enseña, qué materia has de tomar
para el baño compuesto del agua propia al rey para que en ella sea muerto y su forma exterior demolida y
rota, para que su alma pura pueda salir inmaculada. Para ello, has de utilizar el dragón y el águila que no
son otra cosa más que el salitre y la sal amoníaco, de los cuales, después de su unión, debe hacerse un
agua fuerte real como te enseñaré en el último de mis "trucos", cuando describiré las particularidades del
oro así como la de los demás metales y minerales.
Cuando el rey haya sido abierto, tal como lo has visto aquí arriba, por la amalgama que debe de hacerse
con él y el mercurio y el azufre que lo empujan y se pegan a é1 desanudándolo y liberándolo de su
tenacidad, entonces debe de ser partido en todos sus miembros; lo que se lleva a cabo disolviéndolo en
esa agua salada, en la cual es asesinado y totalmente mortificado, de tal manera que se convierte en un
bonito aceite transparente, luminoso y de un gran esplendor.
Sin embargo has de saber que dicha solución y desagregación no es suficiente y que el rey a pesar de ello,
no tiene todavía ninguna intención de dejar escapar su alma fuera de su cuerpo fijo, como podrás tú
mismo comprobarlo. Ya que si llegas a separar tu agua del cuerpo así disuelto del rey, no hallarás mas que
un polvo de oro fijo, del cual no podrás mas que muy difícilmente extraer el alma que todavía se le halla
muy atada. Sigue pues aquí mi instrucción y mi doctrina, y lleva como yo el yugo que yo mismo he llevado
y experimentado con tanto esfuerzo y cuidado, y opera tal como te voy a decir seguidamente.
Cuando tu oro se halle enteramente disuelto en el agua arriba mencionada y que haya sido reducido a un
aceite amarillo y bello, déjalo entonces digerir en un vaso bien cerrado durante un día y una noche al baño
maría muy dulcemente; y si se producen algunos excrementos, sepáralos y pon la solución pura y límpida
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en una fuerte cucúrbita u otro recipiente y adáptale un capitel y recipiente fuertemente sellados. Digiere y
destila dicha solución en baño de arena mediocremente caliente, moviendo y agitando de vez en cuando el
recipiente en el cual se hallan el oro y el agua, y reitera lo dicho hasta tres veces. Retira entonces toda la
humedad por baño maría y hallarás en el fondo del alambique un bello polvo de oro que mantendrás en un
recipiente abierto sobre fuego de arena durante una hora con el fin de que toda la acuosidad se exhale.
La tercera llave. Toma entonces de buen espíritu de nitro, una parte y del espíritu de sal común, tres
partes; vierte estos dos espíritus algo calientes conjuntamente en una cucúrbita sobre el polvo de oro
arriba descrito y, seguidamente, adapta un capitel y un recipiente convenientemente sellados como debe
de ser; habiendo removido y agitado varias veces tu oro como anteriormente habías hecho en el baño de
arena, y reiterado la destilación lo mejor que puedas, te percatarás de que el oro se convertirá de tanto en
tanto mas volátil y de que, finalmente, destilará y vendrá a la superficie. Ya que, gracias a una repetición y
destilación de este tipo, todo tu oro desprenderá de todo su cuerpo la firmeza y la fijeza y se dividirá en
todos sus miembros, los cuales así separados los unos de los otros, se abren tanto que, el oro, así
atenuado, deja escapar su alma a un juez particular. Sobre lo que mi tercera llave te instruirá
suficientemente.
Pero observa que, una vez que hayas acabado este trabajo, tienes que separar con sumo cuidado tu oro
recién destilado de todos los espíritus salinos por destilación al baño maría y esto, lo más dulcemente que
te sea posible para que no se destile nada del color del oro y que tu oro no sufra el menor menoscabo.
Después, con prudencia y buen juicio, toma tu oro o tus cristales de oro que has separado del agua y
ponlos en una cápsula de reverbero, y dispón el todo en una mufla y dale primero un fuego lento y suave
durante una hora, hasta que todo lo que haya quedado de corrosivo se haya evaporado íntegramente;
poseerás entonces un polvo de oro que te presentará un color de un bellísimo escarlata tan sutil y bello
que se pueden ver como ojos.
Pon en un matraz bien limpio este polvo de oro y vierte sobre éste espíritu reciente de sal común, el cual
ha sido previamente reducido a una gran suavidad tal como ya te he instruido en mis "trucos". Tapa el
matraz y dale un calor suave; ya que, de esta manera, el dulce espíritu de sal no puede ya disolver y
romper el polvo de oro, como había realizado anteriormente, pues su carácter corrosivo y su acrimonia le
ha sido menoscabada por el espíritu de vino quien le ha causado su dulzura. Deja pues tu matraz de esta
guisa en este calor no violento hasta que el espíritu de sal se haya coloreado bien de un color de un
soberano grado, bello y transparente y rojo como un rubí. Retira entonces por inclinación tu espíritu
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teñido y vuelve a añadir más del mismo pero nuevo sobre tu oro y repite lo anterior tantas veces hasta que
tu espíritu de sal no se tiña más. Después pon en un alambique todo el espíritu de sal teñido y separa de él
toda la humedad en el baño maría con calor suave; en el fondo del alambique permanecerá el azufre del
oro bajo forma de un polvo bonito, delicado y sutil, de gran mérito y valor, materia que, por medio de un
procedimiento corto y rápido, puede colorear plata hasta hacerla alcanzar su mayor perfección y de forma
estable, tal como te lo indico en mi obra que sigue a las Doce Llaves.
Pero alguien, ya provisto de un poco de ciencia y de un buen juicio, podría aquí atormentarse y atribularse
para bien juzgar este asunto y preguntar si este alma, si este azufre del rey de esta manera extraído, seco,
es justamente la misma alma de la que hablan los filósofos, afirmando que su obra, debido al trabajo o
preparaci6n filosófica de la piedra tan preciosa, requiere sobretodo tres cosas, a saber, un espíritu
húmedo, volátil, mercurial; un alma sulfurosa, húmeda, volátil y una sal astral, seca. Sal, que después de su
ruptura y disolución, debe hacerse reconocer al mismo tiempo bajo una forma húmeda con los dos
primeros que son de una forma acuática.
Pero, se dirá, esto ¿cómo puede ocurrir?, visto que en este proceso no se da ninguna noticia ni instrucción
de ningún espíritu mercurial ni de ningún alma volátil. Pero el hecho es que se ha dicho que el alma del rey
o león, es decir el azufre o alma del oro, se quedó en el fondo del alambique en forma de un polvo sutil.
Yo quiero mantener a esta persona en suspense hasta que aprenda por sí mismo a reconocer la diferencia
que se puede encontrar en un sujeto leyendo este mi libro, diferencia que esclareceré y desarrollaré según
mi voluntad, de tal manera que le haré ver gustoso, sin omitir nada, la verdad, instruyéndolo de acuerdo
con su ardiente deseo, al igual que haría un padre a su hijo, haciéndole comprender todo el objetivo e
intención que comprende encierra nuestra maestría, sin cuyo conocimiento los más suficientes personajes,
cayeron como atontados en las redes del error y se ven precipitados hacía un abismo sin fondo y perdidos
además en el desierto de la ignorancia, de tal manera que, sumergidos en su profunda ignorancia, no han
podido llegar hasta el punto de poder, como maestros, ni descubrir ni imaginarse con verosimilitud cómo
es que todas las cosas vienen al mundo y cómo es que es necesario que cada alma tenga un espíritu, y
como recíprocamente, cada espíritu un alma natural a su semejanza, ni cómo, estos dos, espíritu y alma,
son sustancias espirituales, y que estas dos deben de tener un cuerpo en el que es necesario que se
mantengan y conserven y que allí erijan o establezcan su morada.
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Pero volviendo al oro y a la plata; el oro, principalmente, es recocido y llevado a la más sublime fijeza
que imaginar se pueda gracias a todos los grados que le han sido concedidos y repartidos por la
naturaleza, de tal manera que su sustancia se halla enteramente ardiente, no siendo más que fuego y muy
seca, excepción hecha de una humedad flemática de la cual la plata no se halla totalmente desprovista,
aunque haya adquirido un cierto grado de fijeza sulfurosa; ya que esta última permanece todavía en cuanto
a su calidad natural, en un grado más bajo, hasta que el rey haya calentado mediante su simiente ardiente
su cuerpo frío, lo que depende de los particulares que pertenecen a dicha operación, tal como mencionaré
cuando trate claramente del tema.
De esta manera, no se puede encontrar humedad alguna en el oro que sea acuosa, a no ser que éste fuera
puesto en vitriolo; pero esto requeriría un trabajo totalmente inútil y de dispendioso gasto, si se quisiera
hacer la piedra a partir de este vitriolo de oro, del que habría que disponer de todas maneras, una gran
cantidad. Entonces se podría encontrar en un vitriolo de esta índole un espíritu cómodo y naturalmente
idóneo, dotado de una propiedad y calidad blancas, así como de un alma y de una sal de esencia
magnífica. Pero no se alcanza a comprender cuántas poderosas riquezas de varias personas se han
disipado y perdido por esta vía. Es la razón por la que no deseo aquí hacer ninguna mención de la misma.
Pero exhorto a mis discípulos, puesto que la naturaleza les ha preparado un camino mas corto, a
conservarlo y seguirlo ahora, para que no se precipiten hacia una extrema pobreza si se ocupan en extraer
el mercurio del oro habiendo sido reducido a la destrucción y ruina de sí mismo, lo que nunca fue llevado a
cabo por los Antiguos ya que ello es totalmente contranatura. Ya que aunque el oro posee por esa vía una
humedad en sí, no se trata más que de un elemento desnudo, puro o simple y una humedad acuosa, la cual
aparece después de semejante resolución y que no sirve para nada; pues eél agua y los otros principios no
se contienen en los otros elementos, sin embargo los elementos si que reposan en los principios y semillas
de los metales, cosa sobre la cual ya he escrito anteriormente.
Por esta razón, no se encontrará persona alguna que sea capaz de hacer nuestra piedra por una extracción
de ésta del oro seco y enteramente recocido. Pues toda su humedad flemática se ve acumulada y
concentrada en una coagulación seca, frenada, detenida y fija. Lo que no ocurre con los otros metales, a
pesar de que son semejantemente sometidos a una coagulación dura y pasados por el fuego; no son, no
obstante, cocidos por entero, ni llevados de su raíz original y natural a una madurez plena, cosa que es
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digna de ser observada y anotada. Que mis anteriores escritos no te hieran ni te escandalicen de manera
alguna, ya que podrían parecer llenos de contradicción, en confronto con este presente volumen y tratado.
Cuántas veces te he hecho ver que el espíritu, el alma y el cuerpo provienen al mismo tiempo de una
misma esencia o sustancia metálica que debe ser preparada y extraída de los metales, y que entre todos he
nombrado al oro como el mejor, no haciendo de esta manera más que lo ha de hacer un filósofo al igual
que todos los Sabios que me son anteriores; pero gracias a mi protesta, sin duda te habrás podido
dar cuenta que te he hecho conocer que en la naturaleza existe un sujeto o una materia particular, lo que te
dará la ocasión de meditar y pensar con más cuidado en la búsqueda de la naturaleza y de examinar
convenientemente el origen, principio o comienzo de este sujeto particular, visto que, anteriormente, no me
ha sido posible explayarme más ni de explicar a nadie como es que las puertas de la naturaleza se hallan
cerradas por dentro. En aquel tiempo, en efecto, yo no tenía todavía la intención de escribir tan
inteligiblemente y al descubierto de cosas que se acostumbran velar, hasta a los más benditos y mejores
amigos, hasta que el Príncipe del cielo cambió mi espíritu y me empujó, por orden suya, a no enterrar el
talento que de Él recibí, sino a legarlo a otros que de Él sean igualmente dignos.
Pero antes te voy a brindar todavía una regla acerca de los puntos de los cuales he discurrido hasta ahora,
y de la cual haré mención ahora para que no me acuses y que no sea víctima del reproche de aquél que,
tras haber aprobado una cosa, la quiere negar incontinente. Considera pues ahora a todos los que, desde
el principio del mundo han escrito doctamente de los metales, y hallarás que todos son de la misma opinión
y se hallan todos de acuerdo, cuando afirman que el primer y el último metal no son mas que un metal y
que el metal primero ya había adquirido y recobrado, gracias a su propiedad metálica, la semilla mineral
avanzante, productora o impulsora, la cual pues no hace otra cosa que avanzar incesantemente y sin
descanso la producción y nacimiento metálico, lo que otra semilla no puede realizar, tal como ya he
explicado y escrito cuando aludía a los minerales y metales en mi primera parte acerca de las minas y
como ha quedado demostrado en diferentes partes de este tratado.
Muchos han llamado al plomo, oro y al oro, plomo, porque no solamente han sido hallados de la misma
especie y gravedad para algunos efectos; pero también una cierta piedra o sustancia, de alto lustre y
esplendor único que sola detiene y recibe el comienzo y la primera forma de su perfección metálica y
universal del planeta Saturno, la cual es, tal en sí misma que sobrepasa en mucho el entendimiento o la
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concepción de los humanos por razones no necesarias y demasiado largas para ser decididas en este
lugar.
Pero es justamente en este punto que se requiere sabiduría y ciencia, para discernir y buscar con cuidado
en nuestro noble sujeto metálico y en otros parecidos los secretos de Dios y de 1a naturaleza que éste nos
descubre y ofrece; pero al igual que debido a la caída de Adán, el hombre se ha visto envuelto en una
extraña ceguera, ínfimo es el número de hombres que puede alcanzar la solución fundamental de secretos
tan grandes y otras cosas veladas.
Pero como el endurecimiento es tan grande en el corazón de los avaros que no buscan, en su amplia
mayoría, estos secretos y misterios de Dios más que por avaricia y para satisfacer su orgullo y vanidad, los
Antiguos, que se ven empujados a revelarlos a sus sucesores por inspiración y mandamiento del
Soberano, no tuvieron por objetivo y meta más que revelarlos de tal forma que los indignos no pudiesen
comprender tan maravillosos secretos a los que merecen poder percatarse de ellos y observarlos, siendo
para estos temas esclarecidos por una luz suficiente, luz que sin embargo no se adquiere sin la voluntad
especial de Dios.
Estos Antiguos han hablado a menudo en sus escritos de una sola cosa por la que al mismo tiempo han
comprendido o entendido varias cosas y, aunque contrariamente, han mencionado a menudo varias cosas
aunque por estas mismas no hayan querido hacer mención mas que de una sola y misma cosa. Razón por
la que, algunos de entre los filósofos demuestran que la piedra proviene de cosas diversas, algunos
pretenden que tome origen de una cosa animal, otros de una semilla vegetal y otros más todavía de una
semilla mineral. Pero es que existen otros que afirman que se produce a partir de una semilla mineral,
animal y vegetal todo junto. De todas estas opiniones, la única verdadera es la que nos enseña que la
piedra proviene únicamente de la semilla mineral o metálica, pues hay que tener por seguro que la piedra
no depende de ninguna manera de la diversidad de semillas.
Esto ha convertido a la ciencia en extraña y oscura, de tal manera que de varios millares, sólo uno
logra apenas llegar, y por esto la piedra es llamada ciencia; el torpe, comparable a un buey, no sabría
cómo hacerla entrar en su cabeza, siendo, para él, totalmente inútil. Es verdad que si la ciencia de la piedra
fuera tan fácil y común como hacer cerveza o cocer el pan, acaecerían grandes inconvenientes y
desgracias; y muchos vicios reinarían en el mundo como bien puede uno imaginarse; por esto hay que
cortarle las alas al listo y al suficiente que no contempla más que la magnificencia y la gloria mundanas, no
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dándole el conocimiento demasiado claramente de esta maravillosa ciencia acerca de la cual Dios da la
suficiente luz clara y significativa a aquél al que Él le complace escoger y tener por súbdito suyo.
Pero volviendo a nuestro discurso para instruir al discípulo preocupado sobre la manera de aprovecharse
ventajosamente del oro después de que su alma ha sido extraída, confieso en verdad que es revelar
demasiado si descubro aquí claramente todo el secreto del rey. Primero, exhorto a todo el que la posee
de dar un buen uso. Pon pues buen cuidado, si eres poseedor del manto púrpura del rey, de bien
agradecer a Dios y no te veas malamente inclinado hacia tu prójimo.
Cuando ten gas este alma o semilla del oro, ábrela en virtud de la tercera llave y conviértela en agua, ya
que, en nuestra ciencia, el cuerpo, el alma y el espíritu deben ser reducidos a agua. Entonces correrán
juntos en su raíz interior donde el uno aprisionará al otro y lo perfeccionará en todas sus partes hasta
alcanzar su entera y perfecta cualidad, de tal manera que de todo ello surge la creación de un nuevo
mundo y de una nueva tierra, la que seguidamente recibe el esplendor por el alma que la eleva a una virtud
inconcebible para cualquiera.
Es por ello interesante que aprendas cómo hay que infundir la semilla del oro en el nuevo cuerpo para
convertirlo en una sustancia fluida. Observa, pues, a tu alrededor en el mundo para ver si puedes hallar lo
que te hace falta para ayudarte en tu operación… Y si no encuentras lo que te es necesario, ¡Ja, ja, ja¡, no
te desesperes por ello, toma coraje y fortifícate. Piensa en cómo puedes tomar consejo del dios Saturno y
éste no te expulsará ni te abandonará sin la solución; primero te entregará en la mano un mineral de
augusto esplendor en sacrificio, mineral que se muestra crudo en su mina y que es producto
originariamente de la primera materia de todos los metales. Si este mineral, cuya preparación Él te
enseñará, es mezclado con tres partes de tierra de ladrillo y seguidamente sublimado, verás como un noble
sublimado subirá a lo mas alto de la montaña bajo forma de plumillas o alumbre de pluma. Este sublimado
se resuelve, en su momento en una bellísima agua, que se convierte en tan eficaz que será capaz de
transmutar toda tu semilla de oro en su primera volatilidad, mediante una pequeña putrefacción, siempre
que uno vaya agregando de este agua mineral hasta que la semilla de oro se haya en ella disuelto. Este es
el momento en que el injerto se une a su tronco, de tal manera que ambos suben por encima de las más
altas montañas y allí permanecen inseparablemente el alma y el espíritu, o el espíritu y el alma.
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Pero has de poseer más de este agua para poder con ella disolver al cuerpo o sal y coagularlo con tu agua
en un nuevo cuerpo clarificado, los cuales no han de separarse ni en tiempo adverso ni próspero, pues son
de la misma naturaleza, nacimiento o carácter; ya que así son todos desde el principio y deben todos su
origen y nacimiento a la virtud de este pájaro volátil.
Pero has de anotar que este espíritu metálico se halla asimismo en otros metales, aunque se lo encuentra
también e incomparablemente muy eficaz en cierto mineral en donde se lo puede extraer y preparar con
mucha menos fatiga y gasto. No importa sin embargo de donde lo saques, mientras seas capaz, lo saques
de donde lo saques, de aprender a reconocer al separar los principios, cuál es el espíritu mercurial, cuál el
alma o azufre y cuál la sal astral, para que no tomes al uno por el otro y al otro por el uno, pues
cometerías un grave error.
Pero hallarás que la naturaleza del azufre del oro reside solamente en todos los metales que se ven
comprendidos bajo el color rojo y que tienen su dominio en igual grado que un cierto mineral en virtud de
sus espíritus de fuego coloreado. En cuanto a su virtud “imantadora” hallarás que se encuentra en su
espíritu de mercurio blanco, el cual ata el alma y desanuda el cuerpo.
El astro del oro no se halla únicamente en el oro, de tal manera que la piedra filosofal sólo se pueda hacer
por la adición del mercurio y azufre auríferos únicamente. Ya que, de igual manera, puede ser
artísticamente preparada a partir del cobre y del acero así como de dos metales todavía no maduros, los
cuales, al igual que el macho y la hembra, contienen en sí las propiedades del color rojo propios de la
tintura fija similar a la del mismo oro, que uno decida de operar por la virtud de uno de ellos solamente o
de los dos conjuntamente, habiendo sido previa y estrechamente unidos el uno al otro.
Además, al igual que de estos dos, la piedra puede ser hecha a partir de un mineral particular conocido en
Alemania bajo un nombre que viene a ser igual a decir agua de cobre (Kupfferwasser) como verdegris
quebrado o cobre previamente reducido a vitriolo; en todas estas cosas se puede hallar el alma del mejor
oro, del todo magnífica, pudiendo en muchos casos servir de ayuda con gran provecho, lo que por
supuesto no creería cualquier simple ciudadano.
Es por eso que anota aquí lo que te es necesario anotar.
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Extiende tus sentidos con toda tu fuerza, perfecciona tus pensamientos y no ceses hasta que avances tanto
que puedas conocer la conjunción o composición secreta de la naturaleza, así como su solución y hallarás
lo que te es necesario saber, de lo cual has de dar gracias a tu Creador, úsalo en su honor y utilízalo en tu
prójimo en su necesidad.
Te digo ahora que dicho espíritu blanco es el verdadero mercurio de los filósofos, sin el cual la piedra de
los Sabios y del gran misterio no puede ser hecha, ni universalmente, ni particularmente, ni mucho menos
cualquier mutación o transmutación particular. Y un espíritu de esta índole es la única y excelente llave
para abrir todos los metales, los cuales proceden todos de la sangre y la semilla de éste, del cual toman
origen y nacimiento; tal como ya te lo he dicho varias veces. Este espíritu blanco es el verdadero primer
móvil tan buscado por varios miles de personas, pero que ni una sola ha hallado. Todos lo desean y lo
buscan bien lejos; sin embargo se lo halla muy cerca, puesto que vuela y se mueve delante de los ojos de
todos. Sabe, pues, que si alimentas este espíritu con el azufre y sal metálicas, de estos tres sale una materia
que es bastante parecida a la gran piedra de los Sabios. Hay que actuar sin embargo con destreza en esta
operación y proceder con orden del principio al fin; pues es necesario que la sal corporal se disuelva en
ese espíritu para que allí se vea abierta, viéndose así reincrudado y devuelto a su primera materia, es decir
a una materia diferente de la que era. Entonces estos dos, esta sal y este espíritu, no forman más que una
sola sustancia de una igualdad y nacimiento uniformes, la cual puede, por medio de la coagulación del
espíritu, convertirse gracias a la dirección del fuego en una constante fijación, y nacer por tercera vez en un
cuerpo clarificado blanco, límpido y transparente. Y después que tamaña blancura, sapiencia o ciencia es
alcanzada, el alma que ha sido disuelta puede así buscar su descanso, es decir penetrar su cuerpo similar
en pureza, unirse con él y eregir allí su morada, de tal forma que estos tres, espíritu, cuerpo y alma,
consiguen permanecer y ser un cuerpo único con su esencia o un cuerpo eternamente glorificado.
Pero con el fin de que estés al corriente de cómo debes convertir en corporales y constantemente fijas a
tus dos semillas, a saber, el espíritu de mercurio y el alma del oro, de esta manera disueltas y desleídas,
toma nota que esto no se hace de otra forma ni absolutamente más que por la propia sal del oro, nombre
que le da esta ciencia a un cuerpo. Luego anotarás que en vez de o en lugar de ésta no has de tomar nada
extraño. Si quieres saber lo que has de hacer, léete mi cuarta llave, en la que la verdad está expuesta ante
los ojos de todos, con testimonios y ejemplos singulares. Pero tú, que quizá no entiendes dicha llave, toma
nota de este consejo claro y verdadero, a saber, que no debes de tomar o considerar el cuerpo del oro
como si de él no hubieras de extraer más que su alma. Te digo, pues, fielmente: ¡guárdate de imputar a tan
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noble cuerpo una tal debilidad¡ Ya que, cuando hayas extraído su azufre, es decir el alma, queda todavía
en el interior de dicho cuerpo, la sal magnífica de gloria y de triunfante victoria, sin cuya sal tu semilla
espermática no puede ser conducida a ninguna coagulación ni dureza. Se trata pues de esta mismísima sal
de la cual te he estado discurriendo tan largamente, diciéndote que lo tienes que trabajar extrayéndolo de
su forma corporal por medio del espíritu mercurial en un primer ser material, y luego cómo debe volver a
un cuerpo soberanamente purificado y elevado.
Por ello, toma la tierra de oro después que has extraído de ella la semilla, alma, azufre o, verdaderamente,
la legítima sangre del león, y por reverberación, redúcela a un polvo fijo y a una ceniza sutil e impalpable
de la cual extraerás una sal grandemente sutil, fina y desleída, clara, brillante y blanca como el
marfil, lo que realizarás de la manera que te enseñaré cerca del final de mis "trucos” cuando te enseñaré a
preparar el cuerpo del oro para los particulares y a reducirlo en un alma o azufre, en una sal y en una plata
viva. Entonces lánzate a la práctica para juntarlos y ten cuidado para que, en la conjunción, no pongas
mucho de uno y demasiado poco del otro; toma en consideración la disposición del peso y la repartición
de las semillas, y para que no yerres según el fin y la medida segura, mi sexta llave te ayudará. Y puedes
continuar más allá toda la práctica y proceso empezados, gobernándote en esta operación según las
instrucciones que encontrarás en mi séptima, octava, novena y décima llaves, tal como anteriormente te he
dicho, hasta que el rey de gloria y de honor se te aparezca bajo su manto de púrpura y sus hábitos en tela
de oro, rey que entonces es nombrado señor y monarca triunfante sobre todos sus sujetos desde Oriente
a Occidente. Después de lo cual, da gracias a Dios. Cuida de rendirle tus plegarias y tus votos. No olvides
a los pobres por encima de todo. Empéñate en ser un estrecho observador de la sobriedad. Inclínate a no
hablar demasiado y a guardar silencio, ya que el hablar mucho es un pecado mas grave que lo que uno
cree, puesto que es por dicha vía que se puede abrir esta ciencia a un indigno cualquiera.
La aumentación o multiplicación de esta piedra celeste, así como su segmentación, no necesitan ser
mencionadas en este lugar, ya que tanto la una como la otra se hallan descritas y enseñadas sin omisión
alguna en mis dos últimas llaves.
No dudes tampoco que aquél a quien Dios ha concedido tantas gracias no se haga participe de sus deseos
y no obtenga del Soberano la completa inteligencia de estas mis dos llaves; porque nada de contrario debe
de ser empleado con nuestro ser o sustancia metálica, ni de ninguna manera entrar, ni al principio, ni en la
mitad, ni al final a no ser el espíritu mercurial y la medicina cocida según el contenido de mi onceava llave.
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Con el fin ahora de cumplir el resto de mi promesa y de decir más que lo que mis doce llaves pueden y
más de lo que contienen, has de saber que ningún filósofo está obligado a trabajar sobre el metal del oro
sobre el cual acabo de hacer una amplia y larga deducción y de descubrir el verdadero fundamento. Pero,
como has podido captar, toda la maestría no reside más que en los espíritus de fuego coloreados en rojo
de las almas metálicas. Y todo lo que es de color rojo y se ve acompañado de azufre rojo y de fuego,
todo eso, está aliado al astro del oro; y cuando el espíritu mercurial le es agregado, conjuntado y que en él
interviene, se puede proceder, al trabajo particularmente y universalmente, de tal manera que se puede
producir una tintura gracias a la cual los metales y el mercurio vulgar pueden ser realzados y exaltados,
según cómo se ordene o disponga el trabajo o proceso.
Es necesario ahora que aprendas que la mencionada alma o azufre aurífero, dicha sal y dicho espíritu se
hallan mas fuertes y virtuosos en Marte y Venus así como también en el vitriolo, pues ocurre que a Marte
y a Venus se los puede llevar y reducir como por retrogradación a un vitriolo muy virtuoso y eficaz, vitriolo
metálico en el cual se hallan, bajo un mismo cielo, los tres principios arriba mencionados, a saber mercurio,
azufre y sal; y cada uno de estos se puede de allí extraer y obtener sin mucha dificultad y en poco tiempo
tal como comprenderás cuando diserte brevemente sobre un vitriolo mineral que se halla en Hungría, muy
bello y de un muy alto grado.
Si eres poseedor ahora de un poco de espíritu, de juicio, de inclinación y de un ardiente deseo en tu
corazón de bien comprender mis llaves y otros libros y pretendes por tal medio descubrir y abrir los
gruesos candados de los metales fuertemente cerrados e idóneos para nuestra piedra, debes de haber
tenido cuidado y comprendido que al hablar de ellos no he pretendido hablar del metal, del oro, de su
azufre y de su sal, sino que he incluido también a los otros metales rojos de los que se puede adquirir el
oculto magisterio; y por ello, los que pretendan alcanzar tal fin, deberán reiterar muy a menudo la lectura
de los libros de los filósofos, al menos si desean sacar de ellos una recta comprensión la cual, sin embargo,
no llega sin la voluntad de Dios.
Pero como creo que los que tienen un corazón fiel son llevados a entregarse a la ciencia y pondrán una
mayor atención que los pertenecientes al mundo vano y alocado, les dejaré mís escritos que serán la causa
de un gran alivio y satisfacción, ya que en ellos todo ha sido tan claramente expuesto que no es posible
hacerlo mejor. Pues es bueno producir una luz brillante, bella y claramente purificada para que el discípulo
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al empezar a aprender tenga una clara luz ante sus ojos, sin oscuridad alguna de principio a fin. Y es por
esta causa que, con gran dificultad, decidí poner en práctica este mi deseo, con el fin de descubrir esta
ciencia que por todos los Antiguos ha sido considerada secreta y mantenida hasta ahora bajo silencio,
llevándosela consigo hasta la misma tumba.
Pero mi intención no ha sido la de obligar a mi prójimo a hacerse, a través de ella, de honor y gloria, sino
para que, gracias a la previsora clemencia de Dios, esta ciencia no sea considerada como falsa y que en
consecuencia sea descubierta y revelada a algunos supervivientes, o al menos que sea expuesta ante sus
ojos y que la posesión de la misma los predisponga a socorrer a sus pobres hermanos cristianos que se
hallan muy necesitados, de tal manera que así sean partícipes de la gracia y misericordia de Dios Padre.
Todo esto no obsta para que, en este momento, me vea profundamente entristecido en lo más profundo
de mi corazón, de mi espíritu y de mi entendimiento cuando pienso lo que he hecho y cómo he escrito tan
libremente y tan plenamente acerca de esta ciencia sin omitir nada, no sabiendo quién será el poseedor de
todo ello después de mi muerte por la instrucción de mi libro, de todas maneras quiero esperar - sea quién
sea el que esta dicha posea - que tenga presente día y noche las advertencias en estos presentes escritos y
en los anteriores, con el fin de que los lea con tanta prudencia que de ello pueda responder ante la divina
Majestad.
Ahora, en cuanto concierne a las ventajas que el vitriolo contiene en sí, aunque por diferentes razones haré
mención de él en mis trucos cuando trataré y escribiré acerca de los minerales, pero visto que un mineral
tan notable y tan importante, a cuál ningún otro en toda la naturaleza le puede ser equiparado, debo
agregar que el vitriolo se familiariza y es amigo con todos los metales más que con cualqioer cosa y les es
un aliado muy próximo, puesto que de todos los metales se puede hacer un vitriolo o cristal, ya que el
vitriolo y el cristal son considerados como la misma cosa; esta es la razón por la cual no he querido
retrasar ni poner para lo último perezosamente sus atributos y méritos, como la razón lo requiere, visto que
el vitriolo es preferible ante los otros minerales y que el primer lugar después de los metales le debe de ser
acordada. Ya que, aunque todos los metales y minerales posean grandes virtudes, éste sin embargo, a
saber el vitriolo, es el único capaz para sacar de él y hacer la bendita piedra, lo que ningún otro en todo el
mundo sabría hacer sólo, aunque particularmente algunos ayudan al progreso de la piedra aportando lo
que es propio de su naturaleza y sustancia, tal como se podría decir del antimonio, el cual es bastante
suficiente, como ya se comentará en el lugar apropiado.
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Sin embargo, una dignidad tan grande jamás ha sido acordada a ningún otro metal o mineral tan
ventajosamente como al vitriolo, en cuanto a lo que la piedra de los filósofos concierne de cómo puede ser
saca da y hecha. Esta es la razón por la que los Antiguos han ocultado este mineral hasta a sus propios
hijos, lo que han hecho con tanta precaución que no es de extrañar que no fuese conocido por todos, sino
que haya permanecido oculto y escondido, a pesar de que hayan mencionado que la piedra se hace a
partir de una sola cosa o de un sólo y único cuerpo que posee en sí la naturaleza del sol y de la luna así
como del mercurio, lo que es muy verdadero y justamente pronunciado por ellos, puesto que se trata de
una verdad irrefutable.
Hallo muy oportuno el decirte aquí que es absolutamente necesario que imprimas vivazmente en tu espíritu
y que dirijas enteramente todos tus pensamientos hacia los vitriolos metálicos y que recuerdes que te he
confiado este conocimiento, a saber que, de Marte y Venus, se puede hacer un magnífico vitriolo en el
cual los tres principios se encuentran, principios que sirven para el nacimiento y producción de nuestra
Piedra. Pero además debes saber que estos tres principios o sustancias metálicas, que son el espíritu, alma
y cuerpo se hallan igualmente encerradas, apretadas y yacentes al mismo tiempo en un vitriolo mineral y lo
que es más, en un mineral propiamente dicho, dependiendo sin embargo de la diferencia de los vitriolos.
Ya que el que se ha mostrado más probable y comprobado por mi experiencia es el que se extrae y
recoge en Hungría; éste es de un alto grado de color, bastante parecido al de un bonito zafiro azul y
conteniendo muy poca humedad en sí y poca calidad mineral que sea mala. Y cuanto más este vitriolo
viene disuelto y coagulado, tanto mejor y más aumenta su belleza y su color se vuelve tan puro y
trasparente que no se lo puede admirar más que con sorpresa.
Un vitriolo de esta índole tan altamente graduado, se halla totalmente crudo en los mismos lugares en que
crecen el oro, el cobre y el hierro, y se comercializa en gran cantidad en los países extranjeros de tal
manera, que ocurre que en los lugares próximos a las minas no se lo encuentra en grandes cantidades sino
muy poco. Y aunque el vulgo no haya utilizado el término de "agua de cobre" para designar este vitriolo,
los antiguos maestros filósofos lo han exaltado en alabanzas a causa de su virtud y dignidad, razón por la
cual lo han llamado vitriolo o vitriolum, como diciendo victriolum o vitriolo de victoria, porque su aceite
espiritual posee y comprende en sí los tres principios de toda victoria.
Cuando hayas encontrado un mineral de igual y tamaña graduación que sea además puro y limpio, lo que
se llama, como te he dicho, vitriolo, reza entonces a Dios para que te dé la inteligencia y la sabiduría
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necesarias para continuar tu empresa. Después de su calcinación, ponlo en una fuerte retorta bien cerrada.
Haz que destile al exterior, primero a fuego suave, luego a uno más fuerte. Destila entonces el espíritu
blanco como la nieve que se elevará en forma de una horrible exhalación o viento hasta que ya no salga
más por si mismo, habiendo salido totalmente. Toma nota de que en este viento o espíritu blanco están
encerrados los tres principios, los cuales, como se puede ver, salen al mismo tiempo de su primera
morada de una forma y manera como invisibles. Y por esta razón, no es absolutamente necesario buscar
dichos principios en las cosas preciosas, puesto que, por este medio, nos hallamos ante un camino más
corto y del todo abierto para alcanzar los secretos de la naturaleza, camino que se halla ante los ojos de
todos para quien es capaz de comprender esta ciencia y sabiduría.
Así, pues, si ahora tomas este espíritu blanco así extraído por destilación y lo liberas de su acuosidad
terrestre, encontrarás y distinguirás en el fondo del vaso de vidrio el tesoro y fundamento de todos los
filósofos del mundo ante tus ojos y en tus manos, tesoro desconocido por el vulgo; se trata de un
aceite rojo tan pesado como el oro o el plomo y espeso como sangre y con una propiedad del todo
abrasadora y de fuego. Es el verdadero oro líquido de los filósofos constituido gracias a la sola naturaleza
por los tres principios, a saber, un alma, un espíritu y un cuerpo. Y es también el oro filosófico - excepto
uno que es su solución o disolución - constante y permanente al fuego y no sujeto a ninguna corrupción; o
bien se evapora al mismo tiempo con el alma y el cuerpo; y ni siquiera el agua ni la tierra pueden causarle
destrozo alguno, pues ha adquirido y recibido su primer nacimiento y origen de un agua celeste que cae
aquí abajo sobre la tierra cuando llega su tiempo. Pero en este agua áurea, despojada de su flema, se halla
escondido el verdadero pájaro o águila, el rey con su resplandor celeste y su sal clarificada, los cuales
hallarás totalmente desnudos, encerrados en esta única cosa de propiedad áurea y alcanzarás todo lo qué
te es necesario para llevar a cabo tu empresa. Toma, pues, el cuerpo del oro que has obtenido, y que se
ha elevado por encima de todo oro en dignidad y virtud y ponlo en su solución o disolución justa y
conveniente y, entonces, te aparecerá, después de un cierto tiempo seguro, el ángel del soberano que te
anunciará que él es el disolvente que pone en evidencia todos los misterios del mundo. Recíbelo con
alegría y consérvalo bien pues su cualidad es más celeste que terrestre. Esta es la razón por la que tiene un
ardiente deseo de ser empleado o de volver sin pérdida de tiempo al lugar etéreo de lo alto, del cual
proviene.
Cuando hayas separado a este profeta de la materia que deja detrás de sí, ya no tienes que emprender
ninguna operación más que las que te enseñan mis doce llaves por sus similitudes. Pero en la sustancia o
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materia que ha dejado detrás de sí, debes de tener y hallar el alma limpia e inmortal y seguidamente la sal
de gloria; los cuales has de exaltar o elevar por el espíritu, para que, por este medio, los obtengas de tal
manera que ninguna impureza los ensucie y se les mezcle. Y esta operación se realiza de la misma manera
que te he enseñado en mis Doce Llaves, cuando te instruí sobre como extraer el alma y la sal del oro por
medio del agua saturnina, en lugar de la cual también este espíritu mercurial podría ser utilizado y
empleado con la mayor ventaja y provecho. Pero toma nota de la siguiente diferencia: la sal ha de ser
extraída también con el espíritu de mercurio fuera del cuerpo mercurial exactamente de la misma manera
que el alma extraída; por el contrario, la sal del oro, no se extrae ni se adquiere por medio del agua
saturniana - ya que es demasiado débil en relación con el cuerpo o masa firme del oro -, sino con un agua
que te señalaré en la descripción de los particulares.
Toma nota y cuidado de esta diferencia como de mucha importancia: la sal de vitriolo no está tan
firmemente encerrada, ni en un cuerpo tan compacto como se halla el cuerpo del oro. El vitriolo es, en
efecto, un cuerpo todavía abierto y que no ha alcanzado todavía ninguna coagulación metálica ni pasado
por ninguna fusión o fuego. Y por ello, un cuerpo de esta índole, todavía no se ha convertido en
compacto. Por ello su propio espíritu puede entrar libremente en su interior, juntarse y enamorarse de su
semejante, de tal manera que se puede hacer una extracción de sal totalmente blanca como la nieve, allí
donde, en el caso del oro, es necesario un espíritu más cortante y activo para que pase a través del cuerpo
para sacarle su sal, tal como te lo demostraré en el lugar en que escribiré del tema más ampliamente.
Pero observa, amigo mío, seas quién seas, cómo me he inclinado hacia tu persona y cómo he puesto toda
mi buena voluntad en tu provecho; hacia ti, que jamás serás capaz de corresponderme. Medita
ampliamente y aprecia con cuánta integridad y fidelidad abro y descubro todas las cerraduras y barrotes
en los que toda la ciencia filosófica se ve agarrotada y atada; lo que jamás fue comprendido en el sentido y
en el espíritu de ningún hombre, ni mucho menos experimentado para la obra misma, ni tan siquiera
desvelado. Y sin embargo, a ello no me han llevado más que los dones infinitos de Dios, mi voluntad y mi
amor por el prójimo. Lo que mis antepasados y predecesores han hecho tan perfectamente y ha
permanecido así hasta mí sin que lo hayan desvelado. Cuando hayas, pues, separado tus tres sustancias o
materias minerales la una de la otra y que las has puesto a parte en ciertas porciones y que las has
separado de las heces en las que yacían escondidas, cuídate de no perder nada de las mismas debido a
algún desperdicio, o disminución de su peso. Ya que si eso te ocurriera, no podrías terminar ni
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perfeccionar tu obra sin estrago y error. Conserva y retén pues las tres sustancias, cada una en su propia
calidad o cantidad, tamaño y peso; pues sino tu obra jamás alcanzara fin alguno como es de desear.
He aquí el objetivo hacia el cual han errado tantas personas, y lo que es más, sobre el cual han escrito y
llenado tantos libros. Ya que todo lo que proviene de nuestro oro filosófico y que se ha dividido en tres
sustancias, ha de ser reducido inmediatamente a una sola cosa que es una forma nueva o una sustancia
perfeccionada, y esto, sin desecho alguno ni disminución; pues es necesario que nada sea quitado o
sustraído, excepto las heces terrestres en las que la sal de gloria poseyó su morada. Haz pues como te he
enseñado. Junta tus materias acercando, juntando y acoplando el espíritu a su cuerpo para que dicho
cuerpo sea igualmente desligado y elevado a un espíritu o virtud espiritual y soberana. En esta conjunción,
el cuerpo se reduce a espíritu y el espíritu se junta y se ata al cuerpo en lo más profundo de su ser y
sustancia, de tal forma que después del cambio de todos los colores del mundo, estas dos sustancias
minerales al entremezclarse e insinuarse la una a la otra, producen y engendran un cuerpo blanco como la
nieve, sobresaliendo por encima de todo blancor. Tocamos aquí el mayor secreto del mundo y un misterio
que ha generado entre los doctos científicos y Sabios del Universo tantas disputas desde el comienzo del
mundo hasta nuestros días, a saber, que una cosa que se puede tocar y ver pueda ser, por retrogradación,
llevada a su primera materia, y seguidamente, desde dicha primera materia ser, por medio de la naturaleza
que todo lo dirige, restablecida en un cuerpo nuevo y ser mejor clarificado. De esta manera has creado y
dado a luz la reina del honor y la hija primera recién nacida de los filósofos, la cual, tras su recta y
verdadera perfección, es llamada elixir blanco, sobre el cual todos los libros hablan.
Cuando has llevado tu trabajo hasta este punto, entonces eres verdaderamente digno, y con toda la razón,
de ser recibido en la compañía de los filósofos legítimos y has hecho entrar en tu juicio más arte y más
ciencia que todos los otros suficientes que pretenden balbucir muchas cosas acerca de estos secretos y,
sin embargo, jamás han sondeado ni la más mínima de ellas. Y por ello les eres, con todo derecho, mucho
más preferible, de tal forma que, con deshonor y vergüenza, no merecen más que permanecer sentados a
tus pies y seguir en la ignorancia, hasta que no se conviertan en partícipes por la naturaleza de su
iluminación y claridad.
Pero, para que puedas llevar y conducir de acuerdo con los medios naturales a la nueva criatura filosófica
hacia la verdadera y soberana perfección - por la cual tu corazón tanto ha suspirado - por los medios que
la naturaleza a puesto a tu disposición, recuerda e ni el hombre ni la bestia bruta pueden deambular sin un
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alma viviente, y que el hombre pierde su alma en esta vida por la muerte temporal y la encomienda y
sacrifica al Todopoderoso, que es de quién ha tomado origen, gracias a la misericordia y mérito de
Jesucristo. Después de la separación de dicha alma, su morada que es su cuerpo, permanece muerta,
enterrada y cubierta en su sepulcro, allí donde ha de pudrirse y convertirse en polvo o ceniza - desgracia
que hemos heredado por la caída de nuestros primeros padres cuando se encontraban en el jardín del
paraíso terrestre.
Pero como después de una putrefacción de esta índole todos resucitamos y volvemos a aparecer nuevos y
clarificados, y el alma que había salido de su cuerpo vuelve a ocupar su morada en este último, ya no
ocurrirá, de aquí en adelante, ninguna separación del cuerpo, del espíritu, ni del alma, puesto que el alma
habrá encontrado un cuerpo glorificado y por ello, e1 alma establecerá con este cuerpo una nueva morada
en una unión tan permanente y perfecta que ni el diablo ni la muerte podrán jamás destruirla, no estando ya
sujeta a ninguna corrupción. Y es así como los hombres que, hasta entonces, estaban sujetos a la muerte,
permanecerán de ahora en adelante, y por toda la eternidad, similares a las mejores y más excelentes
criaturas por Dios creadas, lo que no puede acaecer más que por la muerte o separación del espíritu, del
alma y del cuerpo y por su consiguiente reunión. Pero roguemos a Dios para que nos conceda una feliz
resurrección. Pero este gran y alto ejemplo, que no está sacado de los pensamientos humanos, ni tampoco
de ninguna presunción o suficiencia ni de ninguna conjetura mal fundada, sino de la verdadera palabra de
Dios el Creador - palabra que nos viene de su profeta Moisés -, te permite conocer y enseñarte que
debes ahora emprender con esta criatura recién nacida, para que puedas mediar y alcanzar su recto y
perfecto nacimiento sin ninguna omisi6n ni defecto, para gran alabanza del muy alto Padre de Luz y de
misericordia, del que toda donación proviene y procede. Él solo nos brinda sus dones y nos los concede
por su gracia como si fuésemos sus fieles hijos, de lo que no podemos agradecérselo suficientemente hasta
que no gocemos de la gloria eterna.
Deseas ahora apoyar cómo debe de ser tu trabajo y bien llevarlo a cabo.
Devuelve al nuevo cuerpo ennoblecido su alma que antes le habías extraído con el fin de que tu compost,
al llenarse en su virtud y en su inmensa perfección, pueda aparecer en su perfecta fuerza y vigor. Ya que
acaba de nacer el rey rojo de toda gloria, elevado sobre la tierra en un ser o sustancia todo de fuego y
poseyendo un cuerpo altamente clarificado por encima de toda potencia terrestre, del cual mana y
proviene la fuente de oro, del agua de la que, si alguien bebe, ese alguien recibirá una renovación de fuerza
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en todos sus miembros, y se renovará o despertará una nueva vida, por lo cual Dios debe de ser
eternamente alabado y bendecido.
La aumentación o multiplicación de este gran tesoro, así como la fermentación del mismo con vistas a la
transmutación de los metales, todo ha sido dado a conocer tal como ya tuviste ocasión de darte cuenta
anteriormente, cuando diserté sobre el oro donde dije todo lo que había que hacer. Toma pues buena nota
ya que en esto no existe más que una manera o proceso desde la mitad hasta el final. Sin embargo, el
principio requiere un cambio a causa de las dos diferentes materias.
A Dios, el Príncipe eterno de los cielos y al trono de gracia de Jesucristo vayan, de boca y lengua,
alabanzas y exaltación de lo más profundo del corazón; que Éste nos conceda gracia virtud y bendición
para utilizar un tal tesoro como es debido, con el fin de que después de esta vida podamos entrar en el
reino eterno de los cielos.
Y lo que he puesto por escrito acerca de esta ciencia, ha sido porque a ello he sido llevado por el amor
que profeso hacia el prójimo. Y no he avanzado nada que yo no haya hecho y aprendido por experiencia
propia, mediante la inducción y la conducta de la Naturaleza benigna. Y así me he convertido en
pronosticador de todas las cosas naturales y sé con seguridad cuando estos mis presentes libros saldrán a
la luz después de mi muerte, así cómo lo que le ocurrirá a todos mis otros libros, a causa de los cuales
sufrir y padecer, aún en el interior de mi tumba, cantidad de extraños juicios; ya que algunos me
condenarán a ultranza y me maldecirán por haber escrito tan netamente y con tanta claridad, y hasta
aparecerán otros que intentarán desprestigiar enteramente mis escritos y los considerarán y describirán
como farsas, idolatrías y obras diabólicas, como ya le ha ocurrido antes que a mí y ocurre todavía hoy en
día, a tantas otras personas iluminadas en la naturaleza. Además, muchos no creerán nunca en esta gran
operación de la renovación de la salud contra todos los defectos y faltas de la naturaleza humana, así
como tampoco en el mejoramiento y corrección de los metales y no se convencerán tampoco de que
todos estos bellos y verdaderas efectos se encuentran en la cosa del mundo tan poco estimable en
apariencia sobre la que el hombre de hierro y su esposa Venus, junto con el oro muy resplandeciente
deben tener y retener la superioridad. Tampoco podrán creer que una cosa tan abyecta pueda ser llevada
y conducida por ciencia y destreza a un provecho tan inmenso ni a una tan gran perfección; ya que la
ciencia es grande, por el contrario la materia sencilla y de poca apariencia, lo que produce mayor duda y
desconfianza.
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Pero por medio de la demostración siguiente deseo dar un ejemplo palpable gracias al cual los ojos de
aquellos que viajan en Emmaüs se abrirán para qué así puedan conocer y percatarse de que no he escrito
falsedad alguna y descubrir todo neta y claramente. Toma nota que la preparación de la piedra filosofal se
enseña sub modo preparationis vini (bajo la manera de preparar el vino). Y sabe, también, que los
Antiguos se han tomado el trabajo de describir la preparación de la piedra al igual que la destilación del
vino y de su espíritu, sin admitir en dicha operación las flemas extrañas, espíritu de vino que todavía hoy
en día los artistas comunes llaman el verdadero y recto espíritu secreto y escondido del vino o verdadera
esencia del vino, mientras que precisamente en este punto se puede hacer ver la verdad y hasta aportar un
rápida prueba de que dicho pretendido espíritu de vino todavía lleva en sí cantidad de acuosidades
nocivas e insensibles que no son otra cosa que su mercurio vegetable; pues el espíritu de vino que es de
fniego es el verdadero fuego y alma del vino. Cada azufre lleva su mercurio original oculto en sí, aunque
cada uno de ellos según su ser y su especie, los vegetales según sus especies, los animales también según
sus especies y los minerales según sus especies y sus própiedades.

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